La
Edad Media,
Medievo o
Medioevo es el
período histórico de la
civilización occidental comprendido entre el
siglo V y el
XV. Su comienzo se sitúa
convencionalmente en el año
476 con la
caída del Imperio romano de Occidente y su fin en
1492 con el
descubrimiento de América,
[1] o en
1453 con la
caída del Imperio bizantino, fecha que tiene la ventaja de coincidir con la
invención de la imprenta (Biblia de Gutenberg) y con el fin de la
Guerra de los Cien Años.
Actualmente los historiadores del periodo prefieren matizar esta ruptura entre
Antigüedad y Edad Media de manera que entre los siglos
III y
VIII se suele hablar de
Antigüedad Tardía, que habría sido una gran etapa de transición en todos los ámbitos: en lo económico, para la sustitución del
modo de producción esclavista por el
modo de producción feudal; en lo social, para la desaparición del concepto de
ciudadanía romana y la definición de los
estamentos medievales, en lo político para la descomposición de las estructuras centralizadas del
Imperio romano que dio paso a una dispersión del poder; y en lo ideológico y cultural para la absorción y sustitución de la
cultura clásica por las
teocéntricas culturas
cristiana o
islámica (cada una en su espacio).
[2]
Suele dividirse en dos grandes períodos: Temprana o
Alta Edad Media (
siglo V a
siglo X, sin una clara diferenciación con la Antigüedad Tardía); y
Baja Edad Media (
siglo XI a
siglo XV), que a su vez puede dividirse en un periodo de plenitud, la
Plena Edad Media (siglo XI al
siglo XIII), y los dos últimos siglos que presenciaron la
Crisis de la Edad Media o del
siglo XIV.
Aunque hay algunos ejemplos de utilización previa,
[3] el concepto de
Edad Media nació como la segunda edad de la división tradicional del
tiempo histórico debida a
Cristóbal Cellarius (
Historia Medii Aevi a temporibus Constantini Magni ad Constaninopolim a Turcis captam deducta (
Jena,
1688),
[4] quien la consideraba un tiempo intermedio, sin apenas valor por sí mismo, entre la
Edad Antigua identificada con el arte y la cultura de la
civilización grecorromana de la
Antigüedad clásica y la renovación cultural de la
Edad Moderna -en la que él se sitúa- que comienza con el
Renacimiento y el
Humanismo. La popularización de este esquema ha perpetuado un
preconcepto erróneo: el de considerar a la Edad Media como una
época oscura, sumida en el retroceso intelectual y cultural, y un aletargamiento social y económico secular (que a su vez se asocia con el
feudalismo en sus rasgos más
oscurantistas, tal como se definió por los revolucionarios que combatieron el
Antiguo Régimen). Sería un periodo dominado por el aislamiento, la
ignorancia, la
teocracia, la
superstición y el miedo
milenarista alimentado por la inseguridad endémica, la violencia y la brutalidad de guerras e invasiones constantes y epidemias apocalípticas.
[5]
Sin embargo, en este largo periodo de mil años hubo todo tipo de hechos y procesos muy diferentes entre sí, diferenciados temporal y geográficamente, respondiendo tanto a influencias mutuas con otras civilizaciones y espacios como a dinámicas internas. Muchos de ellos tuvieron una gran proyección hacia el futuro, entre otros los que sentaron las bases del desarrollo de la posterior
expansión europea, y el desarrollo de los agentes sociales que desarrollaron una
sociedad estamental de base predominantemente rural pero que presenció el nacimiento de una incipiente vida urbana y una
burguesía que con el tiempo desarrollarán el
capitalismo.
[6] Lejos de ser una época inmovilista, la Edad Media, que había comenzado con
migraciones de pueblos enteros, y continuado con grandes procesos repobladores (
Repoblación en la Península Ibérica,
Ostsiedlung en Europa Oriental) vio cómo en sus últimos siglos los antiguos caminos (muchos de ellos
vías romanas decaídas) se reparaban y modernizaban con airosos puentes, y se llenaban de toda clase de viajeros (guerreros,
peregrinos, mercaderes, estudiantes,
goliardos) encarnando la metáfora espiritual de la vida como un viaje (
homo viator).
[7]
También surgieron en la Edad Media formas políticas nuevas, que van desde el
califato islámico a los
poderes universales de la
cristiandad latina (
Pontificado e
Imperio) o el
Imperio bizantino y los reinos
eslavos integrados en la
cristiandad oriental (
aculturación y
evangelización de
Cirilo y Metodio); y en menor escala, todo tipo de
ciudades estado, desde las pequeñas
ciudades episcopales alemanas hasta
repúblicas que mantuvieron imperios marítimos como
Venecia; dejando en la mitad de la escala a la que tuvo mayor proyección futura: las
monarquías feudales, que transformadas en
monarquías autoritarias prefiguran el
estado moderno.
De hecho, todos los conceptos asociados a lo que se ha venido en llamar
modernidad aparecen en la Edad Media, en sus aspectos intelectuales con la misma crisis de la
escolástica.
[8] Ninguno de ellos sería entendible sin el propio
feudalismo, se entienda éste como
modo de producción (basado en las relaciones sociales de
producción en torno a la
tierra del
feudo) o como
sistema político (basado en las relaciones personales de
poder en torno a la
institución del
vasallaje), según las distintas interpretaciones
historiográficas.
[9]
El choque de civilizaciones entre
Cristiandad e
Islam, manifestado en la
ruptura de la unidad del Mediterráneo (hito fundamental de la época, según
Henri Pirenne, en su clásico
Mahoma y Carlomagno[10] ), la
Reconquista española y las
Cruzadas; tuvo también su parte de fértil intercambio cultural (
escuela de Traductores de Toledo,
Escuela Médica Salernitana) que amplió los horizontes intelectuales de Europa, hasta entonces limitada a los restos de la cultura clásica salvados por el
monacato altomedieval y adaptados al cristianismo.